LA MUERTE PIDE PERMISO
Por Eddie Villa Real
Para utilizar este título le tengo que pedir “permiso” a mi llorado maestro del cuento Edmundo Valadéz, ya que está tomado de uno de sus famosos libros. Pero como no está por acá, pues lo uso para rendirle homenaje y porque vamos a tocar el tema del muy escabrosos tema de nuestra vida que es la misteriosa muerte, una señora etérea, flaca, que ahora se le ha santificado y que se le dedican miles de santuarios, altarcitos y capillas por todos los lados de México y que supuestamente es la patrona de los señores narcos y secuestradores. Ahora solo falta ponerle altares a la Sra. Discrecionalidad, a la Sra. Corrupción, a la Sra. Delincuencia y para no quedarnos atrás a nuestra primera dama de la sociedad mexicana la muy respetable señora Doña Impunidad. Pero nos estamos desviando del tema original que es el de la muerte que queremos abarcar en esta ocasión.
La muerte es un misterio para nosotros los humanos desde tiempos inmemoriales y nos deja pensando por horas enteras hasta que los diarios problemas de la vida hacen que nos olvidemos de ella. Lo traemos arraigado en nuestro instinto desde que éramos primates y posiblemente antes. Cuando un elefante viejo muere, su pareja, se queda por horas y hasta días a su lado, “velándolo”, con la esperanza de que reviva de algún estado catatónico o bien para espantar a las fieras que se quieren devorar el cuerpo todavía caliente. Ese misterio fue aprovechado por unos tíos vivos que se convirtieron en sacerdotes prehistóricos y que iniciaron el cuento del más allá y convencieron a nuestros antepasados de que si ellos rezan por su alma ¡y se les daba una limosna!, pues que se iban, al morir, a un lugar paradisíaco en donde no tenían que trabajar para subsistir y en el cual las mujeres, estarían a su disposición cuando se les antojara y que no van a estar chingue y chingue como las moscas del cuento de Pepito. Ese es el origen de las religiones. Primero brujos y luego curas. Si supiéramos que pasa después de la muerte, no habría religión alguna.
La realidad es cruda y cruel. Nadie sabe que pasa después de que ocurre la muerte, que en forma científica, se describe como la paralización de toda actividad orgánica de nuestro cuerpo. Pero entonces queda la duda: ¿Qué es lo que pasa cuando se detiene toda actividad cerebral que puede ser detectada con un electroencefalograma. Pues esto se define como estado de coma, en donde el individuo sigue viviendo con todas o casi todas sus funciones para mantener con vida a un organismo inerte, inerme e inmóvil. En algunos casos la catatonia o parálisis total es acompañada con unos breves y débiles impulsos eléctricos cerebrales que únicamente pueden ser identificados o detectados con los nuevos métodos de laboratorio médicos como es el PET (positrón emission tomography), el TAC (tomografía axial computarizada) o bien la IRM (imagen de resonancia magnética), que miden o describen zonas del cerebro que continúan en operación para que el organismo pueda seguir subsistiendo.
Uno de ellos es el de la memoria. Y aquí viene lo bueno! Un reciente descubrimiento médico ha dado la vuelta al mundo por lo sorprendente y que nos deja atónitos a los que nos enteramos. Resulta que por accidente, un medico analista, descubrió que si a un paciente (decretado para dársele muerte inducida) en estado de coma, se le dan órdenes en voz suave de que se acuerde y que piense en forma de imagen a su casa de cuando era un niño al lado de sus papás, (estando adentro de la maquina del PET), inmediatamente se forman imágenes de manchas en la pantalla que representan determinadas zonas de su cerebro que se repiten una y otra vez cuando se le pide lo anterior. En cambio cuando se le dice que traiga a su memoria la imagen de un accidente de coche o bien una memoria desagradable de algo que no le es placentero, las manchas o zonas irrigadas del cerebro en cuestión, se colocan en distintos lugares y con diferentes intensidades. Entonces, al medicó se le ocurrió avanzar sus investigaciones en otra dirección preguntándole en voz baja y suave si cada vez que quisiera contestar a preguntas hechas, el paciente pudiera pensar en su casa para significar un “SI” y que se imaginara el sitio del choque automovilístico para decir un “NO”.
Y por primera vez en la historia se pudo llegar a la conclusión de que se había establecido un puente de comunicación sutil y subrepticia, (pero al fin contacto), con un ser humano que ya estaba por desaparecer al desconectársele los aparatos que le daban vida artificial. Lo que para todos era un cadáver viviente, se convirtió en el héroe de la medicina moderna. Si tenía hambre, pensaba en su casa. Si no quería visitas, se acordaba el coche chocado y así sucesivamente se pudo mantener una conversación lenta, que como cosa curiosa es totalmente parecida a las de las computadoras digitales que funcionan a base del bit y no bit, es decir del sí y del no.
Todo lo anterior trajo o más bien, va a traer una serie de estudios que se irán profundizando en forma más científica, pero que ya están realizando grandes cambios en la actitud y forma de pensar de los médicos y legistas que se encargan de dictaminar en qué forma, o más bien cuando, se puede ordenar legalmente una desconexión de aparatos que le dan vida artificial a un enfermo de coma terminal que se consideraba totalmente muerto en vida. Ahora todo es diferente. Resulta que el paciente no solo entiende y decide por su propia voluntad si quiere seguir viviendo de esta manera, se acuerda del choque y contesta un rotundo “no” cuando se le inquiere si está de acuerdo a que se le desconecten los aparatos que le dan sustento y vida. Esto es obvio, nadie quiere morirse porque no estamos seguros de lo que ocurre en el más allá y en forma subconsciente, no estamos de acuerdo ni creemos en el cuento de los brujos antiguos y de los curas modernos de que hay vida después de la muerte. (La verdad es que soy ateo, pero se me quita cuando entro al hospital). Paraíso o Infierno Bit o no bit. Claro, solo hay dos, pues el Limbo ya desapareció por decreto de la iglesia y el Purgatorio esta pendiendo de un hilito, pues es una reverenda mariguanada. (O eres bueno o bien malo. No hay medias. Es como decir que una mujer está medio embarazada).
Lo anterior conlleva a otro problema de jurisprudencia. Ahora vamos a ver qué dictaminan los “sabios” diputados perredistas, paleros de Ebrard y de López Obrador, en relación a lo que ya están estudiando en sus famosas comisiones para legislar sobre la “muerte asistida”. Con toda seguridad van a salir con alguna puntada como la de los niños adoptados en las parejas gays sin tomar en cuenta su opinión, o bien la de incluir en la Gazeta Oficial (para toda la eternidad), las palabras “MATRIMONIOS ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO” lo cual es una barbaridad pues si no hay madre “matri”, no puede haber matrimonio. Todos estamos de acuerdo a que se unan en pareja. Pero la regada es la definición legal que debería de haber sido: “CONTRATO DE SOCIEDAD CIVIL PARA QUE CONVIVAN DOS PERSONAS DEL MISMO SEXO”. Pero como les vale madres, ahí la van a dejar para sorna y burla de todos los que saben de leyes y jurisprudencia.
Desde luego nos ponemos a pensar en el descubrimiento, que es el principal tema de este editorial. ¿Que nos depara el destino? Quizás, investigaciones posteriores nos indiquen por medio de aparatos medidores de plasma, de campos gravitacionales o magnéticos la presencia de las almas en pena que nos rodean o bien que nos comuniquemos por simples bits de información etérea, con seres de otras dimensiones o galaxias. La verdad es que el tema nos deja helados, y es que el hecho de que nos podamos ya comunicar con seres que están más allá que acá, (como lo dice el dicho coloquial), nos indica claramente que la muerte, esa Sra. misteriosa y veleidosa (al fin mujer), nos está dando permiso para que nos asomemos, aunque sea, por un escondrijo, en sus tenebrosos dominios.
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