EL GENERAL DE LAS NIÑAS
Por: Eddie Villa Real

Se unió a la bola desde joven.  Allá en su pueblito de Jalisco sus padres y todos los que lo conocían, lo tachaban de bueno pa´nada. Muy a fuerza había terminado la primaria y para leer lo hacía a brincos de voz. Su papá en voz de ranchero bravo le gritaba: Bueno cabroncito, cuando vas a poder leer de un solo tiro las frases. Pareces tartamudo. Me cae que no vas a llegar nunca a nada. El que nace pa´maceta no pasa del corredor. Era la burla de sus compañeros de escuela que mas grandes se aprovechaban de su flacura y debilidad y se burlaban de un vilo. Siempre solo e incomprendido se la pasaba pensando en las aventuras que podría correr y lugares que iba conocer si se largaba de este pinche pueblo de mierda.

Se había unido a uno de tantos batallones al mando del Gral. Obregón que se había levantado desde Sonora para apoyar a Don Venustiano- Que ironías de la vida.  El que posteriormente fue manco y presidente de la República, que siempre dijo que Carranza era la solución y la salida para México,  terminó asesinándolo en Tlaxcalentongo, pero ese es otro cuento de esta serie de generales. 

Como le valía madres la vida, se la pasaba arriesgándola en cada batalla. Las balas solo le silbaban canciones de amor al pasar cerca de sus orejas. Suertudo como era, nunca pudieron darle más que  un rozón, o  un ligero corte de pelo al pasar cerca de su cabeza o bien haciéndole agujeros a los lados de su desarraigada chamarra. Le gustaba enseñar los hoyos laterales y riéndose les decía a sus camaradas que por alguna razón Diosito lo estaba protegiendo de los plomazos. Que  razón tenía.

Ascendió desde soldado raso hasta general en muy pocos años y cuando se instalaron en la Secretaria de la Defensa y luego en el gobierno federal cuando su jefe era el presidente pues las “comisiones” le llegaban al escritorio y él escogía las más productivas. Ir a desalojar a forajidos que estaban escondidos en las ruinas de alguna hacienda y quedarse con miles de hectáreas de tierra fértil y productiva.  Detener trenes de mulas con miles de monedas de oro de algún terrateniente que huía del lugar y que forzosamente tenía que pagar por la protección con las mismas monedas y que misteriosamente morían o no se atrevían a realizar alguna denuncia por miedo a represalias.

Nuestro general se convirtió en un hombre rico porque sabía en donde estaba el dinero y sobre todo porque supo observar la regla de oro que consiste en que hay que saber dividir más que sumar o multiplicar. Y siempre dividió con sus jefes lo que se robaba o bien que confiscaba- Ellos  que lo conocían desde joven y que sabían que era bien pendejo y que por eso lo iban a proteger y apoyar para que siguiera por el camino del bien o sea ese camino que consigue bienes a toda costa, robando, asaltando, tranzando, asaltando o simplemente aplicando el sabio principio del quítate tú para ponerme yo.

Pero no tiene remedio, el dicho siempre se aplica pero al revés. En este caso era afortunado en el dinero pero miserable en lo que se refiere a la repartición de mujeres que podía adquirir a plenitud y manos llenas con el dinero que tenía, pero que no le servía para nada.

Desde joven fue siempre tímido con las mujeres y el único roce era con las soldaderas que acompañaban al batallón. Las que estaban buenas eran propiedad de los oficiales y la resaca era la que le tocaba al batallón que se peleaban a plomazos o bien cuchillazos para dormir con ellas.  Como no conseguía pareja, se dedicaba a tener sexo con la persona que más quería, o sea èl, y todas las noches bajo su zarape se acariciaba los de abajo para beneplácito y placer suyo.
_” Ya no seas tan puñetero, le decían sus compañeros, “a ti no te va a crecer un pelo en la mano, te va a salir una madeja y lo peor es que cuando te toque una vieja de verdad no vas a saber que hacer con ella y vas a agarrar fama de maricón”

Sus pensamientos volaban de un vivac a otro buscando siempre alguna vieja desocupada con quien pudiera iniciarse en ese viejo oficio de cojelón empedernido en que quería especializarse. Al fin lo que tenía que pasar, sucedió. Una noche de borrachera, la Juana, que todos despreciaban porque decían que traía la maldición gitana, es decir que estaba contagiada de enfermedades disifilis de curar, se le metió en las cobijas. Al acariciarle aquellos implementos que toda su vida habían sido propiedad privada y que al contacto de la vieja, aumentaban de calor y tamaño, lo cachondo venció cualquier sentimiento de precaución o cuidado, o sea en lenguaje coloquial, le valió madres. Se dejó llevar a los vaivenes experimentados de Juanita que con muchos años de ser marquesa en esos menesteres, lo llevo paso a paso hasta el final feliz.  Para él,  eso era otra cosa. Era estar cerca del cielo y las estrellas y continuó con esa relación a pesar de la burla de los demás soldados que le decían que se le iba a caer en pedazos,

Y así fue. Muchos años después,  a pesar del dinero gastado en médicos famosos y tratamientos carísimos y muy dolorosos. pues en esa época no existían los antibióticos o bien las medicinas modernas, le sentenciaron que la única manera de salvarle la vida era extirpándole el miembro que ya estaba totalmente gangrenado y de color espantoso ya que si se extendía hacia adentro podría afectarle órganos que necesariamente lo llevarían a una muerte prematura. Lloraba lagrimas amargas al pensar que era el fin de sus días de orgías y placer, pero al final tuvo que acceder y se sometió a la mas vergonzosa de las operaciones quirúrgicas.

Al no tener ms remedio y evitar todo contacto con mujer´, se dedico a los negocios. Invertir en fabricas de cemento, negocios limpios y sucios, chuecos y derechos. El caso era ganar dinero a manos llenas que le dejaban satisfacciones a medias. Podía comer todo lo más caro y delicioso pero solo tres veces al día,  Vivir en un palacio en la zona mas aristocrática de la ciudad en donde todos los millonarios posrevolucionarios vivian y que había sido bautizado con el pomposo nombre de Chapultepec Heghts, que después adoptó el nombre mas castizo de LOMAS.

Y eso era, verdaderamente un palacio con decoración Art Deco que más bien parecía Art Nacó. Horribles muebles estilo Luis XV que ni siquiera llegaban a ser genuinas antigüedades y los expertos que lo visitaban, murmuraban entre ellos, el mal gusto y el desconocimiento de las cosas al pagar precios altísimos por burdas imitaciónes

Alberca gigantesca, frontón que ni usaba, gimnacio en donde las telarañas jugaban a ser voladores de circo, por falta de uso, comedor para veinte personas, donde comía solo, tinelo o comedor para la servidumbre de 12 asientos que siempre estaban llenos de personal comunicativo y chismoso pero lo que verdaderamente acababa con el cuadro era su recamara

Cama enorme, redonda con un dosel  altísimo forrado con  terciopelo rojo con encajes de brocado dorados en filigrana colgante. O sea un concierto de mal gusto en donde únicamente podrían ocurrir acontecimientos dignos del Marquez de Sade. Y también así fue.

La fama corrió como pólvora en chinampinas. Al principio fue solo una sospecha. La larga limusina con cristales opacos llegaba a las 10 de la mañana religiosamente y bajaba una señora de edad con cara de madrota pervertidora acompañada de unas niñas con uniforme escolar que escasamente pasaban de los 15 años.  Entraban por el vestíbulo y se dirigían a la recamara. La Sra. Presentaba a sus pupilas y se retiraba discretamente. Con anterioridad se habían servido pastelitos y bebidas que siempre desaparecían milagrosamente al ser devorados por las niñas que muertas de hambre acudían a ser explotadas pero que salian bien remuneradas.

La servidumbre se hacía cruces. Sentían una gran curiosidad por saber que estaba pasando adentro del aposento y arriba del tálamo tan mullido en donde el general las esperaba con ansias todavía envuelto en sus piyamas y batas de seda. Al final la verdad como gota de agua en un tonel de aceite, siempre sale a relucir.

El general le gustaba desvestirlas y las ponía a jugar unas con las otras. Era un espectáculo sublime. Los movimientos lubricos de las niñas únicamente servía para arrancar mas y mas lagrimas de sus ojos vidriosos y perversos.

A veces se atrevía a acariciarlas y cubrirlas de besos. Las niñas impávidas sabiendo que regresarían a su escuela  para que las recogiera el camión y llegar a tiempo y con dinero a sus casas, observan con un gran sentimiento de lástima como el general se acurrucaba en posición fetal a gemir como un niño que ha perdido el más preciado de sus juguetes.